miércoles, 10 de febrero de 2010

PRIMER LÍNEA FÉRREA


Los ferrocarriles argentinos se pudieron desarrollar en momentos muy difíciles para nuestro país porque el espíritu de progreso fue mucho más fuerte que las mezquindades propuestas por aquella coyuntura sociopolítica.
La guerra de la Triple Alianza, la epidemia de fiebre amarilla y los cruentos enfrentamientos que se sucedieron por la federalización de Buenos Aires, no pudieron impedir ni limitar los alcances de esta nueva “revolución industrial”.
Fue bajo la gobernación de Valentín Alsina (1857), cuando en la provincia de Buenos Aires rodó por primera vez el ferrocarril. A pesar de que las negociaciones habían sido abordadas por el general Justo José de Urquiza con empresarios españoles, para que estos se hicieran cargo de la construcción del ferrocarril, que debía partir de las barrancas del Rosario (Santa Fe) y llegar a la provincia de Córdoba, fueron los caballos de hierro ingleses los primeros en surcar estas tierras gauchas.
Las obras primero se hacen de sueños para luego comenzar a materializarse, fue así que un grupo de ciudadanos conforman la sociedad de ferrocarril “Camino de hierro de Buenos Aires al Oeste” para establecer el trayecto de Buenos Aires-Morón, solicitando como única excepción la introducción libre de los derechos de las materias primas de construcción, lo que a su vez iba a traer aparejado un montón de beneficios para el país.
El ferrocarril partió por primera vez de la plaza del Parque de acuerdo a la sanción del Senado y la Cámara de Representantes del Estado de Buenos Aires, que en Asamblea General dispuso: “Buenos Aires, agosto 14 de 1854. Art. 1º: El ferrocarril del que habla la ley del 9 de enero del corriente año deberá arrancar en dirección en una de las calles siguientes: Potosí, Victoria, Federación, Piedad, Cangallo, Cuyo, Corrientes, Parque, Tucumán y Temple. Art. 2º: Quede derogado el artículo 4º de la mencionada ley en la parte que se opone al artículo anterior. Art. 3º: Comuníquese al Poder Ejecutivo”.
Si bien la Comisión Directiva del Ferrocarril Oeste en un principio había pedido que se la eximiese de la obligación contraída con respecto al establecimiento de un ferrocarril movido por locomotoras a vapor, por lo costoso de su construcción y funcionamiento, y pudiesen sustituirlos por la fuerza de las bestias (Tracción a sangre: caballos), finalmente se impuso el uso de la locomotiva a vapor.
El gobierno cooperó en las obras que se ejecutaron bajo la dirección del ingeniero Guillermo Bragge, al tiempo que la sociedad ordenó la compra de dos locomotoras (numeradas 570 y 571) las que llegaron al país, acompañadas por varios coches de pasajeros y vagones, el 25 de diciembre de 1856, a bordo del buque inglés “Borland”.
El primer ensayo se realizó el 28 de enero de 1857, ante una numerosa concurrencia que despidió con algarabía a la primera formación, que al pasar por la quinta del Dr. Velez Sarsfield permitió que él mismo subiese, convirtiéndose así en el primer pasajero transportado por la nueva línea ferroviaria. Pero no todo fue un camino de rosas porque pocos días después, cuando los miembros de la Comisión deciden realizar el viaje hasta La Floresta, al bajar por una pendiente, la locomotora descarriló sin tener que lamentar ninguna consecuencia grave pero sí ocasionando un gran susto entre el pasaje.
No obstante continuaron los ensayos que ayudaron a vencer los obstáculos y permitieron establecer la primera línea férrea de los pueblos del plata, desde entonces el ferrocarril nos acompaña en nuestra vida cotidiana.


Fuente: Carlos Alberto González, Directos del Museo Ferroviario Nacional y Centro de Estudios Ferroviarios.

GENTE


Hay gente que con solo decir una palabra
Enciende la ilusión y los rosales;
Que con solo sonreír entre los ojos
Nos invita a viajar por otras zonas,
Nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con solo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
Que con solo empuñar una guitarra
Hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con solo abrir la boca
Llega a todos los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas
Y se queda después, como si nada
Y uno se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria
Pues sabe que a la vuelta de la esquina
Hay gente que es así, tan necesaria.

Hamlet Lima Quintana

CRÓNICA DE UN SEMEJANTE


"yo soy un tipo como vos, /trabajo, me alimento, sudo un poco, /me dibujo pensamientos en los ojos, /me gusta la mujer, cuento los hijos, /trabajo un poco más, ando sin plata".

No se porqué, desde que desperté esta mañana, estoy pensando eso: "Yo soy un tipo como vos, /trabajo, me alimento, sudo un poco", parece el principio de un poema. ¿Pero como sigo?, ¿qué digo?, ¿qué tengo que decir?
La hora, se me hace tarde. Todo es un enorme reloj. Yo le dije a Luisa que vivir en Morón y trabajar en el centro es un infierno, que tendríamos que mudarnos más cerca del trabajo. Pero se lo dije hace mucho tiempo y se lo repito todos los días. Y ella escucha siempre como si fuera la primera vez. Pero ¿cómo hará Luisa para inventar tanta ternura todos los días?
Cuando vuelva le traeré dos rosas.
Si, ya se querida: que me alimente bien, que no me haga mala sangre, que me estarás esperando todo el día. Chau, Luisa.
"Yo soy un tipo como vos, /trabajo, me alimento, sudo un poco..." Este andén está quedando un poco chico ¿cómo entro ahora al tren si hay gente hasta en la puerta? Un empujón y ya está. Como todos los días. Vamos todos apretados, todos enlatados, todos para adentro. Pero claro. Tienen razón, sería ridículo entrar y decirle: Buenos días a cada pasajero. ¿Ridículo? pero hermoso.
En el campo lo hacen. Quisiera leer el diario, pero lo tengo debajo del brazo y no lo puedo mover. Según el reloj del tipo que está tomado de la agarradera, con un poco de suerte voy a llegar a tiempo.
Yo le dije a Luisa que Pepe necesita pantalones y zapatos nuevos. Ya es grande el chico, es un muchachito. Ella quería comprárselos, pero este mes no se puede. Porque si compramos pantalones y zapatos nuevos ¿cómo vamos a pagar la luz y el gas? Pero, ¿cómo hará Luisa para inventar tanta ternura todos los días? Cuando vuelva le llevaré dos rosas. Es un buen pensamiento.
- Perdón señor.
- No es nada.
Claro, el tipo tenía que bajar, el piso lleno de pies, alguno tenía que quedar debajo. Esta vez fue el mío. "el piso lleno de pies, /los espacios llenos de cuerpos, /el aire lleno de caras". Así tiene que seguir:"yo soy un tipo como vos"."Caigo después en la vereda, /me pisan la cabeza, no hago caso".
Ya le dije a Luisa que Perico necesita un sobretodo. Hace frío. El chico tiene frío. Ella quería comprárselo, pero este mes tampoco se pudo. Pero, ¿cómo hará Luisa para inventar tanta ternura todos los días? Cuando vuelva a casa le llevaré dos rosas. Es un buen pensamiento. Claro que es un buen pensamiento.
Ahora estoy en el Once. A esta hora la cola del 107 es larga, pero con un poco de suerte voy a llegar a tiempo a la oficina.
La oficina, la oficina, la oficina.-Pero no Gordo, ¿de dónde voy a sacar guita para prestarte? Pedir, pedir, siempre pedir. ¿Pedir? A Juan Martín hay que enseñarle a pedir para que Luisa no tenga que lavar tantos pañales. Pero ¿Cómo hará para inventar tanta ternura todos los días? Cuando vuelva le llevaré dos rosas. Es un buen pensamiento. Aunque a veces me parece que está más cansada que yo.
Que coma bien, que me alimente, que no me haga mala sangre. Ahora estoy almorzando. Un sándwich. Son las 4 de la tarde y si no me apuro voy a llegar tarde al otro trabajo. La oficina, la oficina, la oficina.
- Pero no ché, ¿otra colecta? ¿Todas las semanas pedir, pedir, sólo pedir? ¿Pedir? A Juan Cruz hay que enseñarle a pedir, para que Luisa no tenga que lavar tantos pañales. Pero ¿cómo hará para inventar tanta ternura todos los días? Cuando vuelva le llevaré dos rosas. Aunque a veces me parece que está mucho más cansada que yo.
Ahora es de noche. Estoy otra vez en Once. Ya se que no voy a conseguir asiento, pero cansado, apretado, humillado, y muchas otras cosas mas también terminadas en ado, por lo menos me queda el consuelo del regreso. "Quiero querer, /me duele el corazón cuando lo pienso", seguime hablando así,"Yo soy un tipo como vos"."Quiero querer /me duele el corazón cuando lo pienso./La ternura me vuelve más pavote".
Ya pasamos Ramos Mejia. Ahora puedo abrir el diario. Pero el de la mañana. Me han robado la vida. ¿Y quién me la devuelve? A vos te lo pregunto: ¿quién me la devuelve? "Me venden un buzón, /por ahí anda la cosa", seguime hablando así,"Yo soy un tipo como vos" "Me venden un buzón, / yo me doy cuenta./ Y espero no se qué, / no lo comprendo"
Llegamos a Morón. Por fin en casa.- Hola Luisa. Hoy pensé traerte dos rosas, ¿sabés?
Pero ¿cómo hacés para inventar tanta ternura todos los días?
Hoy pensé en traerte dos rosas. Perdoname solo te traigo tu cansancio y el mió. Son dos rosas. Y ahora lo comprendo. Así termina ese poema que empecé esta mañana: "Yo soy un tipo como vos / lo que se dice: un semejante".

HAMLET LIMA QUINTANA

Fuente: El texto pertenece al libro ANTOLOGOBIOGRAFÍA. Editorial Desde la Gente.

EL MEJOR MOMENTO


“Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos, después de tener un hijo, después de tener otro…entonces nos sentimos frustrados de que los hijos no son lo suficientemente grandes y seremos felices cuando lo sean. Después de eso nos frustramos porque son adolescentes y difíciles de tratar. Creemos que seremos más felices cuando salgan de esta etapa. Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestro esposo/a le vaya mejor, cuando tengamos un mejor auto o la mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados. La verdad es que no hay mejor momento que AHORA. Si no es ahora, ¿cuándo? Tu vida está llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas.
Por largo tiempo parece que la vida está a punto de comenzar, peor siempre hay algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto por terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar; entonces la vida comenzaría, hasta que te des cuenta de que esos obstáculos son LA VIDA. Esta perspectiva te ayuda a ver que no hay un camino a la felicidad: LA FELICIDAD ES EL CAMINO…Así que atesora cada momento que tienes…y atesóralo más cuando lo compartís con alguien especial, lo suficientemente especial para compartir tu tiempo, y recuerda que la vida está hecha de tiempo, y que el tiempo no espera a nadie…Así que deja de esperar a que termine la escuela, hasta que bajes diez kilos, hasta que tengas hijos, hasta que tus hijos se vayan de casa, hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo, hasta la primavera, el verano, el otoño, el invierno…o hasta que mueras, para decidir que no hay mejor momento que éste, para ser feliz…
La felicidad es un trayecto, no un destino. Por todo esto: TRABAJA COMO SI NO NECESITARAS DINERO, AMA COMO SI NUNCA TE HUBIERAN HERIDO, Y BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO”

martes, 9 de febrero de 2010

DESECHANDO LO DESECHABLE


Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos.
Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Sí, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!
Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad. ¡No! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida.
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡Yo los descubrí! ¡Lo hacen adrede! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo.
Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero! ¡Lo juro! ¡Y tengo menos de 50 años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo)
Me educaron para guardar todo. ¡Todo! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo. Sí, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos. ¡Como guardábamos! ¡Todo lo guardábamos! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¿Cómo para qué? Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Todo guardábamos!
Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de Primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡Los diarios! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.
Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'. Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa (broches) y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.
Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney. Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.
Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
¡Ah! ¡No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado. ¡Y yo no me entrego!


Marciano (de Crónicas Marcianas y Uruguayas, 2006).

domingo, 25 de octubre de 2009

EL JUGUETE RABIOSO


La primera novela de Roberto Arlt narra, en cuatro episodios, la lucha de Silvio Astier, un adolescente de catorce años, por escapar de la miseria y la humillación a la que se siente sometido por su condición social, marcada por la marginación y la pobreza:
“(…) No recuerdo por medio de qué sutilezas y sinrazones llegamos a convencernos de que robar era una acción meritoria y bella (…)”.
“(…) Así vivíamos días sin par emoción, gozando el dinero de los latrocinios, aquel dinero que tenía para nosotros un valor especial y hasta parecía hablarnos con expresivo lenguaje.
Los billetes de banco parecían más significativos con sus imágenes coloreadas, las monedas de níquel tintineaban alegremente en las manos que jugaban con ellas juegos malabares. Sí, el dinero adquirido a fuerza de trapacerías se nos fingía mucho más valioso y sutil, impresionaba en una representación de valor máximo, parecía que susurraba en las orejas un elogio sonriente y una picardía incitante. No era el dinero vil y odioso que se abomina porque hay que ganarlo con trabajos penosos, sino dinero agilísimo, una esfera de plata con dos piernas de gnomo y barba de enano, un dinero truhanesco y bailarín cuyo aroma como el vino generoso arrastraba a divinas francachelas.
Nuestras pupilas estaban limpias de inquietud, osaría decir que nos nimbaba la frente un halo de soberbia y audacia. Soberbia de saber que al conocerse nuestras acciones hubiéramos sido conducidos ante un juez de instrucción”
“(…) ¿Qué haría ante el Juez del Crimen? Negar siempre, aunque me cortaran el pescuezo, dijo Silvio (…) A mi no me cachan. Antes matar”
“(…) Por eso hay que envenenar las balas -repuso Lucio-“.
“(…) Nada de lástima-continuó Silvio-Hay que reventarlos, aterrorizar a la cana. En cuanto estén descuidados, balas…a los jueces, mandarles bombas por correo…
Así conversábamos en torno de la mesa del café, sombríos y gozosos de nuestra impunidad ante la gente, ante la gente que no sabía que éramos ladrones (…)”.


Fuente: Fragmento del capítulo uno “Los ladrones”. El mismo fue escrito en 1920 y Roberto Arlt publicó la novela completa, El Juguete Rabioso, en 1926.

LA MANO JUSTA

A un chico de 18 años lo asesinan a mansalva en El Tigre. Los conductores de los noticieros, afectando su voz y su mirada, presentan el hecho como “la inseguridad nuestra de cada día”. Habla la mamá, el relato resulta desgarrador, a su hijo lo fusilaron mientras estaba indefenso y tirado en el piso: termina muriendo en sus brazos. ¿Mirta? ¿Silvia? ¿Adriana? ¿Qué importa su nombre ahora? Está destruida, le han arrancado algo de sus entrañas, dice que ella tendría que haber muerto: los padres nunca están preparados para enterrar a sus hijos.La televisión reproduce todos sus dichos. Los diarios, no. ¿Cuestión de espacio? Puede ser, pero de acuerdo al recorte realizado parece algo más ideológico: la mujer renegó de haber participado de esos espacios de ayuda a delincuentes juveniles, ¿acaso pudo haber ayudado a alguno de los asesinos de su hijo? No lo sabe. Tampoco lo quiere saber, no se lo perdonaría jamás. Ya no le quedan lágrimas, está vacía por dentro. No puede con tanto dolor ¿la animaría el odio o el rencor?Quiere irse del país, es que su esposo también murió a causa de otro hecho de violencia callejera y sólo le queda otra hija. Mira a su alrededor, no ve a ninguno de los organismos por los Derechos Humanos clamando por justicia para su hijo; sí, esos mismos que reclaman por los derechos de los criminales que están presos… es que ¿él no era humano? Y ¿nosotros qué? Silencio, nada, una siniestra elipsis queda expuesta: ¡Matar es humano!Pero hay que entender, che, la extracción social, económica, educativa, psicológica… siempre hay que entender, che, pero no cambiar esa realidad, la misma que pronto celebrará el Bicentenario.El Derecho Romano, entre otras cosas, vino a suplantar y superar a la Ley del Talión. Mentira, no hay justicia para los hombres honestos. Eso sí, la justicia por mano propia debe ser castigada, y de un modo ejemplar. Síntesis: Un Estado totalmente ausente y los delincuentes de parabienes.Hace unos años se quiso imponer como práctica una política de mano dura: un delincuente, una bala. Una bala que muchas veces ni siquiera paga el Estado, sino el propio policía, con su magro sueldo. Un policía pobre también, que trabaja en la línea de fuego, al límite, que lamentablemente muchas veces cruza ese umbral invisible.Después se instaló el concepto de mano blanda, que implica un montón de concesiones a favor de los presos, que lejos están de restaurar su daño a la sociedad y su reeducación, como el uso indiscriminado de teléfonos, desde los cuales, en infinidad de oportunidades, han seguido delinquiendo, realizando secuestros virtuales o dirigiendo operaciones delictivas. Pero es muy humanitario defender estos derechos.Me planteo, ¡qué bueno sería imponer la idea de una mano justa!: un delincuente, un juicio y una pena severa de cumplimiento efectivo. Nada tan complicado. ¿Qué así habría que construir más cárceles? ¡Que se construyan! ¿Qué habría que hacer más escuelas? ¡Qué se hagan también! Pero en el mientras tanto que todos los delincuentes posibles estén presos y no al revés.Cada vez que se conoce el prontuario de alguna de estas lacras, hiela la sangre, e ingenuamente uno se pregunta ¿Por qué estaba libre? ¿Qué hizo el Estado para protegernos? Simple: ¡Nada!¿No será que con esta idea de Mano Justa se podría llegar a terminar con ese círculo vicioso entre políticos, abogados, fiscales, jueces, delincuentes y policías? Al respecto envié el año pasado una carta al correo de lectores del diario Clarín, pero no la consideraron de interés, porque no la publicaron. Quizás en su concepción pluralista resulte más constructivo informar o reproducir estos hechos que constituyen “la inseguridad nuestra de cada día”.Ahora pienso si la idea de Mano Justa no será más democrática. ¿Vivimos en democracia? Desde hace más de treinta años millones de ciudadanos vivimos desamparados, porque en la Argentina, este sistema, parece llevarse mucho mejor con la corrupción y la delincuencia.

EASB